jueves, 5 de mayo de 2016

LA FABULOSA FUERZA DE LA SANGRE


Me pillo unos empalmes leyendo a Casanova... También me río mucho y me asombro de su pasmosa naturalidad, de su elegancia, precisión y economía expresivas. 

¡Quién hubiera nacido en la Venecia del siglo XVIII! Casanova fue un pícaro ilustrado, un hedonista realista, un racionalista sensual que no olvidó la alegría del cuerpo, «la fabulosa fuerza de la sangre». 

«En el rostro del ángel que yo amaba —dice después de pasar la noche con un querubín hembra— veía amor, amistad y satisfacción. ¡Qué gran placer sentirse feliz! ¿Se puede serlo sin sentirse uno así? Dicen los teólogos que sí. Hay que enviarles a pastar hierba.» 

Le gustaba la poesía pero su temperamento y descaro no podían expresarse enfundados en el corsé poético de su tiempo. Las escenas de cama las relata con lo que llamaré un petrarquismo prosaico de logradísima expresividad, siempre en la cuerda floja entre lo explícito y lo sugerido. Te dice elegante lo estrictamente necesario para que te imagines el resto; consigna lo justo para que lo veas todo

Se pasó la vida buscándosela para andar siempre entre «nobleza rica, mujeres bonitas y gente instruida». Lo consiguió la mayor parte del tiempo. Y cuando empezó su declive físico, se metió a bibliotecario y se dedicó a redactar la dicha y la aventura de su vida previa. 

Escribió, por cierto, en francés, al parecer bastante macarrónico. También parece ser que la edición canónica de su obra está bastante arreglada por los editores. Y sin embargo su obra rezuma vida.

Sea como sea, la traducción de Atalanta, a cargo de Mauro Armiño, es excelente. Hacía mucho que no leía una obra tan bien traída al castellano.

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