Gente que, por
ejemplo, para hacer el bien necesita un dios o varios. (La principal ventaja de
tener dios es la autosuficiencia, poder desechar cualquier otra creencia; y
además sirve para dar por supuesto que te hace caso alguien importante.)
También hay
creyentes en nuestra futura vida extraterrestre.
En cualquier caso,
la peor religión es siempre la misma: creerse muy listo.
Gente únicamente capaz
de apreciar la belleza de un pedazo de tierra cuando es de su exclusiva
propiedad y lo han vallado por completo.
Gente con un serio
complejo de interioridad. Sus aullidos de bote.
Gente tan vanidosa
que subraya los libros convencida de mejorarlos.
Peligrosos
humildes con afán de protagonismo.
Gente a la que
parece bastar con ridiculizar una idea para creer refutarla, que gana la
lotería y supera su marxismo.
Gente que donde
dijo «valor y alegría» dice «diversión y precio».
Iguales en la
mediocridad, no en la excelencia.
Irresponsables con
ínfulas y presuntos méritos.
Gente que sólo
entiende aquello con lo que ya estaba de acuerdo.
Gente que se
quiere muchísimo siempre y cuando.
Gente al borde de
la asfixia por sumersión permanente en sus intransferibles y respectivos
ombligos.
Gente cuya vanidad
es más fuerte que su falta de talento.
Gente que hace
donaciones y saca el codo deliberada y sutilmente para hacerse con un buen asiento
libre en el transporte público.
Jóvenes hipnotizados
que te miran como si fueses otra pantalla.
Espectadores que
en el estadio miran una pantalla más grande, a veces tardan segundos en darse
cuenta de que aparecen ellos mismos, ¡se alegran tanto!
Gente capaz de ser
mansa por soberbia y generosa con avaricia, bendecir el mal, mentir de corazón
y robar sin ánimo de lucro.
Gente capaz de
vivir hasta ya no poder limpiarse el culo a sí misma.
Mentes tatuadas,
cerebros sin alma, cipotes con funda y drogados ovarios.
Empresarios de
ideas, pensadores a sueldo, desalmados mercenarios de su propia inteligencia.
Rebeldes de
catálogo, propietarios fungibles, gurús de sofá nórdico, mando a distancia y
pizza grasienta.
Exhibicionistas de
una insaciable vaciedad. Ni héroes ni antihéroes: actores de reparto sin texto.
¡Y si actores,
deportistas y demás constelaciones de estrellas del espectáculo son nuestros
ídolos, que baje del monte un moisés y que nos ponga firmes!
Lo peor de los
encantadores de serpientes, ¿no son las serpientes? ¡Ay el fangoso y oculto
rencor que les guardamos a quienes nos han seducido…!
¡Bienvenido al
planeta Tierra! ¡Bienvenido seas tú, usuario tipo e individuo, asalariado
consumidor y telespectador votante!
¡Pasa, boquete con
patas, y paga tus compras! Tenemos éticas de ocasión, rosas de plástico, señuelos
del placer, necesidades ficticias, prejuicios de valor y noticias a la carta.
Actualidad tenemos
a raudales, ¡lee más rápido!, tenemos todos los colores de la rabiosa
enfermedad de nuestros tiempos.
¡Entra, saca la
tarjeta de crédito y hazlo todo tuyo! Aquí saciarás incesantemente un saco roto
llamado deseo.
¡Porque seguimos a
pan y circo! ¡Oh centros comerciales y fútbol! ¡Oh economía de consumo y
sociedad del espectáculo!
Y esta noche me
pregunto si habrían seguido procreando los humanos de hace apenas un siglo (por
no hablar de los de hace milenios) si hubieran sabido algo de nosotros, de sí
mismos.
El lobo es un
perro para el hombre; animales domesticados y miles de millones de humanos son
los únicos que hacen diariamente lo que no quieren en su fuero íntimo.
Necesitamos
olvidar que cada día laboral nos roba un tercio o más de vida. Cuando no puedes
desobedecer, ¿eres libre?
No vemos los barrotes
porque estamos en peceras, pero hínchate a reír unos minutos y te elevarás unos
segundos.
¡Oh civilizaciones
erigidas sobre mentiras edificantes!
¡Cuanto más arriba
trepe el mono, mejor exhibirá su culo!
¡La pescadilla que
se muerde la cola intenta comerse el mundo!
¿Colonizaremos
Marte y habrá guerras interplanetarias?
Una vez cubiertas
las necesidades básicas, el siguiente paso suele ser complicarse la existencia.
Y el colmo de
nuestra adulterada democracia es acusar de injusta y no igualitaria a la
naturaleza.
«Democracia», por
cierto, es buen ejemplo de lo peor que le puede pasar a una buena palabra.
Y es que pensamos
para convertir nuestros prejuicios en verdades, como los burros en la noria.
¿Será que uno es
siempre bastante peor de lo que está dispuesto a admitir ante sí mismo?
Lo peor que le
puede ocurrir a un virus es cobrar conciencia, sí, pero vivir es una forma de
obediencia y todos nosotros somos inocentes bestias.
Y al menos una
cosa debería haber quedado bien clara: o se niega la vida o se abraza el
absurdo.
Así que refina tu
odio y destila tu bilis: ¡sé un monstruo delicado!
¿A quién culparás
de tu cobardía y envidia?
¿La autoestima? Es
teatro del bueno.
Ser o estar
vendido, ¿no es ésa toda la cuestión?
Y amar a cuatro
patas. (Imaginar a tus padres procreándote, progenitores sumergidos en la
animalidad sincera de nuestra carne purísima, entre gemidos y embestidas, lo
relativiza todo bastante.)
Mira: los tres
puntos sobre las íes del precipicio son suspensivos.
Piénsalo un solo
momento y después sonríe: bajo la cara tienes una calavera.
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