domingo, 1 de enero de 2017

BELLEZA Y NARCISISMO

Entre visillos (2015), Ksenija Vujotic.
  

A pesar de los tempranos fríos de hace días, el otoño parece resistirse a fenecer, una vez más, en este hemisferio del planeta. Sumisos a los ciclos naturales  y elementos, disfrutamos días soleados aunque frescos, instantes o instantáneas oculares tan bellos! Cirros rizados, alturas  creativas y diáfanas, parques públicos barnizados de amarillos mates y ocres secos!

Y además está ese cielo, cuya cúpula a estas horas (faltan pocos minutos para que el sol se pose) ofrece un elevada gama de azules que oscilan entre los más oscuros y marinos del cenit y los más claros y propiamente celestes sobre el horizonte; y hacia el atardecer, las pocas nubes que lo surcan se tiñen de una mezcla de rosado naranja y fosforescente violeta que lo invade todo y lo inunda de una tranquila tristeza tan innecesaria como desgarradoramente hermosa. 

Morirá esta belleza y moriremos nosotros, únicos seres que lo consideran bello; no es más que el efecto visual provocado por la rotación de una esfera habitable y la luz de una estrella.

Pero no importa, ¡de verdad que no importa! La vida es bella porque pasa; la vida es este estar siempre de paso. Nada es hermoso a menos que acontezca… Sólo lo fútil y pasajero —y son esos, precisamente, nuestros más íntimos atributos— nos estremece. 

Somos narcisos y egotistas estéticos: sólo nos conmueve cuanto nos recuerda nuestra propia condición, cuanto nos pertenece. De todo hacemos nuestro espejo.




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