La prensa hoy dice entre líneas que al otro lado del charco los grandes mercachifles han dejado de untar a sus marionetas parlamentarias y finalmente han decidido ocupar los escaños ellos mismos.
Y que nosotros nosotrísimos les vamos a la zaga porque a este lado del charco aún nos andamos por las últimamente tan mentadas puertas giratorias.
Los tiempos siempre está cambiando? (La carencia del signo interrogativo de apertura no se debe al teclado ni es reverencial o inconsciente anglicismo
sino la transformación de lo que ha empezado siendo afirmación y —duda paulatina mediante— se me ha terminado haciendo pregunta).
Los tiempos siempre está cambiando? (La carencia del signo interrogativo de apertura no se debe al teclado ni es reverencial o inconsciente anglicismo
sino la transformación de lo que ha empezado siendo afirmación y —duda paulatina mediante— se me ha terminado haciendo pregunta).
Y a todo esto, venga a emporcarlo todo, cuerpos, mentes, charcos, tierra y aire, hasta la estratosfera estamos emporcando, muy pronto también otros astros.
Y venga a aumentar el número de primermundistas enganchados a la medicación trascendental, dopados de ansiolíticos y esterilizados libremente;
anabolizados por el día y drogados las noches findesemánidas, explotados de lunes a viernes (y eso con suerte) y ostrificados el resto del tiempo frente a nuestras pantallas;
incomunicados, aislados, individuados en masa, en las celdillas —sean en propiedad, en alquiler o hipotecadas— de las colmenas urbanas;
perfectos extraños para nuestros vecinos pero conectadísimos digitalmente por medio globo terráqueo con cientos, con millares de otros individuos igual de aislados en habitáculos dispersos por el muy ancho y lirondo mundo.
perfectos extraños para nuestros vecinos pero conectadísimos digitalmente por medio globo terráqueo con cientos, con millares de otros individuos igual de aislados en habitáculos dispersos por el muy ancho y lirondo mundo.
Al otro lado del charco, a éste y también a ambas orillas del otro gran charco, más grande, llamado Pacífico.
Ya sé por qué anhelamos encontrar vida extraterrestre. En el fondo nos olemos que semejante enemigo común tal vez sea la salvación...
¡Homines sapientes del mundo, unámonos! ¡Unámonos antes de que la muerte anímica en vida nos separe! De lo contrario parece que nos transformaremos en el planeta de los zombis.
Un buen comienzo será pedirles sal (y todos tenemos sal en casa, faltaría más, y la puerta de la nevera forrada con números de teléfono de establecimientos de comida rápida),
perdirles sal —iba diciendo— a mis vecinos.
perdirles sal —iba diciendo— a mis vecinos.
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