domingo, 29 de mayo de 2016

EL ANIMAL QUE NUNCA ACABA DE ENTENDER



Tantas noches como ésta, en algún sitio, y cada noche es única. La misma luna vieron los ancestros; el perro ese que aúlla
es el mismísimo sabueso de Adán, el mismo lobo hambriento y débil que un hombre un día gris acariciara. Juntos salieron de la selva.
Los mismos cielo, mar y tierra (aunque impolutos); igual deseo, la misma muerte, el cuerpo idéntico. Y sin embargo
el hombre ha alterado su olimpo: creyó en algunos dioses variopintos; hoy tiene fe científica y comprende siempre más, ¡más y más siempre!
Unos afirman que la sed es buena o mala; otros la tildan de insaciable mecanismo. («Atrévete a saber», decían,
¿pero quién es el listo y quién el tonto, cuál de los dos el más cobarde?)
Aún no saber nada o saber todo por fin, ésas serían posiciones cómodas; pero este no saberlo todo ya
es una dulce y perpetua cadena que nos asfixia al tiempo que nos alienta. Baudelaire lo llamó «esa angustia de la curiosidad».



domingo, 22 de mayo de 2016

ESFORZADOS


La llamada fuerza de voluntad es ese modo de forzarnos a querer lo que en verdad no necesitamos ni deseamos sin esfuerzo;
lo que realmente perseguimos son los efectos del sudor: no el trabajo mismo sino el sueldo. ¿Quién querrá libremente
—sin ánimo de lucro, sin afán de gloria— levantarse cada día a las cinco de la madrugada, abrir los ojos a la oscuridad
y encender una bombilla? Sea escritor, oficinista o panadero, lo que uno anhela es el rendimiento, el beneficio,
recompensas como asnales zanahorias que las horas de trabajo matutino y somnoliento nos reportan.
Pero el hábito y la estructura terminan haciendo al monje y finalmente estamos en disposición de afirmar convencidísimos:  
«¡Yo quiero lo que elijo!»
                                   Nuestro deseo natural, por el contrario, reacio a todo esfuerzo programado, opuesto a la consciencia de la fuerza,
es una caprichosa llama, fuego que baila, sonámbulo o ciego pero encaminado, hálito libre y sin programa, favorable
no al portador, no al individuo, cada ejemplar de mono carnicero con alma, identidad e ideas propias, no,  
sino a la frágil salud de la especie, el culmen de la creación, corona de la vida, el virus más letal de este planeta.


viernes, 20 de mayo de 2016

MÁS ALLÁ DEL POSICIONAMIENTO


Imagina que a Narciso le fuera el sadomaso. Algo así son los  filósofos que más me gustan. Me explico. Pensar «correctamente» casi siempre pasa por llevar la contraria. Dialéctica, lo llaman. Y la contraria hay que llevársela a tirios, a troyanos y especialmente a uno mismo, a pesar de nuestras inclinaciones naturales. 

Ya no me halaga que los pensadores «me den la razón». Tal vez por eso no lea más, por ejemplo, a Cioran; son tantas mi empatía y aprobación, me reafirma tanto en lo que ya siento y pienso, que automáticamente empiezo a sospechar de mí mismo.

Poco a poco he terminado perdiendo la fe en la razón; en tenerla, quiero decir. La razón no se tiene sino que se construye, no es una posesión sino un constructo. Y el único modo de evitar que se derrumbe es amurallándola… Pero a mí ya no me interesa apuntalarme a mí mismo. El desafío hoy es no tener razón; es decir: no creer tenerla, porque en rigor tenerla no la tiene ni el proverbial apuntador ni mucho menos un supuesto dios.

Pensar rigurosamente pasa por hacerlo más allá del posicionamiento, de lo que me seduce o aterra, favorece o perjudica. Nietzsche lo dijo mejor: más allá del bien y del mal


miércoles, 11 de mayo de 2016

VIVIR ES UNA FORMA DE OBEDIENCIA





Gente que, por ejemplo, para hacer el bien necesita un dios o varios. (La principal ventaja de tener dios es la autosuficiencia, poder desechar cualquier otra creencia; y además sirve para dar por supuesto que te hace caso alguien importante.)
También hay creyentes en nuestra futura vida extraterrestre.
En cualquier caso, la peor religión es siempre la misma: creerse muy listo.

Gente únicamente capaz de apreciar la belleza de un pedazo de tierra cuando es de su exclusiva propiedad y lo han vallado por completo.
Gente con un serio complejo de interioridad. Sus aullidos de bote.
Gente tan vanidosa que subraya los libros convencida de mejorarlos.
Peligrosos humildes con afán de protagonismo.

Gente a la que parece bastar con ridiculizar una idea para creer refutarla, que gana la lotería y supera su marxismo.
Gente que donde dijo «valor y alegría» dice «diversión y precio».
Iguales en la mediocridad, no en la excelencia.
Irresponsables con ínfulas y presuntos méritos.

Gente que sólo entiende aquello con lo que ya estaba de acuerdo.
Gente que se quiere muchísimo siempre y cuando.
Gente al borde de la asfixia por sumersión permanente en sus intransferibles y respectivos ombligos.
Gente cuya vanidad es más fuerte que su falta de talento.

Gente que hace donaciones y saca el codo deliberada y sutilmente para hacerse con un buen asiento libre en el transporte público.
Jóvenes hipnotizados que te miran como si fueses otra pantalla.
Espectadores que en el estadio miran una pantalla más grande, a veces tardan segundos en darse cuenta de que aparecen ellos mismos, ¡se alegran tanto!

Gente capaz de ser mansa por soberbia y generosa con avaricia, bendecir el mal, mentir de corazón y robar sin ánimo de lucro.
Gente capaz de vivir hasta ya no poder limpiarse el culo a sí misma.

Mentes tatuadas, cerebros sin alma, cipotes con funda y drogados ovarios.
Empresarios de ideas, pensadores a sueldo, desalmados mercenarios de su propia inteligencia.
Rebeldes de catálogo, propietarios fungibles, gurús de sofá nórdico, mando a distancia y pizza grasienta.
Exhibicionistas de una insaciable vaciedad. Ni héroes ni antihéroes: actores de reparto sin texto.

¡Y si actores, deportistas y demás constelaciones de estrellas del espectáculo son nuestros ídolos, que baje del monte un moisés y que nos ponga firmes!
Lo peor de los encantadores de serpientes, ¿no son las serpientes? ¡Ay el fangoso y oculto rencor que les guardamos a quienes nos han seducido…!

¡Bienvenido al planeta Tierra! ¡Bienvenido seas tú, usuario tipo e individuo, asalariado consumidor y telespectador votante!
¡Pasa, boquete con patas, y paga tus compras! Tenemos éticas de ocasión, rosas de plástico, señuelos del placer, necesidades ficticias, prejuicios de valor y noticias a la carta.
Actualidad tenemos a raudales, ¡lee más rápido!, tenemos todos los colores de la rabiosa enfermedad de nuestros tiempos.
¡Entra, saca la tarjeta de crédito y hazlo todo tuyo! Aquí saciarás incesantemente un saco roto llamado deseo.

¡Porque seguimos a pan y circo! ¡Oh centros comerciales y fútbol! ¡Oh economía de consumo y sociedad del espectáculo!
Y esta noche me pregunto si habrían seguido procreando los humanos de hace apenas un siglo (por no hablar de los de hace milenios) si hubieran sabido algo de nosotros, de sí mismos.

El lobo es un perro para el hombre; animales domesticados y miles de millones de humanos son los únicos que hacen diariamente lo que no quieren en su fuero íntimo.
Necesitamos olvidar que cada día laboral nos roba un tercio o más de vida. Cuando no puedes desobedecer, ¿eres libre?
No vemos los barrotes porque estamos en peceras, pero hínchate a reír unos minutos y te elevarás unos segundos.

¡Oh civilizaciones erigidas sobre mentiras edificantes!
¡Cuanto más arriba trepe el mono, mejor exhibirá su culo!
¡La pescadilla que se muerde la cola intenta comerse el mundo!
¿Colonizaremos Marte y habrá guerras interplanetarias?

Una vez cubiertas las necesidades básicas, el siguiente paso suele ser complicarse la existencia.
Y el colmo de nuestra adulterada democracia es acusar de injusta y no igualitaria a la naturaleza.
«Democracia», por cierto, es buen ejemplo de lo peor que le puede pasar a una buena palabra.
Y es que pensamos para convertir nuestros prejuicios en verdades, como los burros en la noria.
¿Será que uno es siempre bastante peor de lo que está dispuesto a admitir ante sí mismo?

Lo peor que le puede ocurrir a un virus es cobrar conciencia, sí, pero vivir es una forma de obediencia y todos nosotros somos inocentes bestias.
Y al menos una cosa debería haber quedado bien clara: o se niega la vida o se abraza el absurdo.

Así que refina tu odio y destila tu bilis: ¡sé un monstruo delicado!
¿A quién culparás de tu cobardía y envidia?
¿La autoestima? Es teatro del bueno.
Ser o estar vendido, ¿no es ésa toda la cuestión?
Y amar a cuatro patas. (Imaginar a tus padres procreándote, progenitores sumergidos en la animalidad sincera de nuestra carne purísima, entre gemidos y embestidas, lo relativiza todo bastante.)

Mira: los tres puntos sobre las íes del precipicio son suspensivos.

Piénsalo un solo momento y después sonríe: bajo la cara tienes una calavera.




jueves, 5 de mayo de 2016

LA FABULOSA FUERZA DE LA SANGRE


Me pillo unos empalmes leyendo a Casanova... También me río mucho y me asombro de su pasmosa naturalidad, de su elegancia, precisión y economía expresivas. 

¡Quién hubiera nacido en la Venecia del siglo XVIII! Casanova fue un pícaro ilustrado, un hedonista realista, un racionalista sensual que no olvidó la alegría del cuerpo, «la fabulosa fuerza de la sangre». 

«En el rostro del ángel que yo amaba —dice después de pasar la noche con un querubín hembra— veía amor, amistad y satisfacción. ¡Qué gran placer sentirse feliz! ¿Se puede serlo sin sentirse uno así? Dicen los teólogos que sí. Hay que enviarles a pastar hierba.» 

Le gustaba la poesía pero su temperamento y descaro no podían expresarse enfundados en el corsé poético de su tiempo. Las escenas de cama las relata con lo que llamaré un petrarquismo prosaico de logradísima expresividad, siempre en la cuerda floja entre lo explícito y lo sugerido. Te dice elegante lo estrictamente necesario para que te imagines el resto; consigna lo justo para que lo veas todo

Se pasó la vida buscándosela para andar siempre entre «nobleza rica, mujeres bonitas y gente instruida». Lo consiguió la mayor parte del tiempo. Y cuando empezó su declive físico, se metió a bibliotecario y se dedicó a redactar la dicha y la aventura de su vida previa. 

Escribió, por cierto, en francés, al parecer bastante macarrónico. También parece ser que la edición canónica de su obra está bastante arreglada por los editores. Y sin embargo su obra rezuma vida.

Sea como sea, la traducción de Atalanta, a cargo de Mauro Armiño, es excelente. Hacía mucho que no leía una obra tan bien traída al castellano.