viernes, 29 de abril de 2016

EL PEOR TIPO DE ESCLAVITUD ES LA INCONSCIENTE



Alguien que una tarde abarrotada y luminosa, tumbado en la playa, copa en mano, sonriente, gafas de sol y bañador discreto, barrigudo, canoso, dos infartos de miocardio en el cuerpo;
alguien que posa ante un teléfono inteligente para una foto que acabará en breve en Facebook y despertará tanta envidia como alegría y megustas;
alguien que exclama con satisfacción sincera y mucho orgullo haberse pasado la vida trabajando y que, por suerte, hoy, finalmente, lo disfruta,
¿no es un esclavo retirado, un mono satisfecho de haber pagado su jaula de tantos metros cuadrados a plazos?

Cambian los tiempos, cambian los señores; / los que no cambian nunca son los siervos, leí hace mucho en una antología que estará en alguna caja
en casa de mis padres. Lo de la antología viene a que no tengo ni he tenido libros de Aquilino Duque, autor de esos versos.
El título de estas líneas, por cierto, es un afortunado estacazo verbal de George Orwell.  

martes, 19 de abril de 2016

A DIFERENCIA DE LA RIQUEZA, LA ESTUPIDEZ ESTÁ BIEN REPARTIDA



Entiendo bien a Ganivet: «La plebe es baja y ruin, pero con bajeza y ruindad naturales. La verdadera ruindad y bajeza está en la plebe adinerada, que se sirve de la riqueza para realzar su villanía.»

Aunque el pozo del odio sea venenoso, admito mi rencor de clase, propio del desclasado hijo de obreros, del descarriado descendiente de siervos, no en el lumpen sino en la elevación del conocimiento.

Mi amor por mis raíces alimenta mi repugnancia por el necio. La necedad del esclavo resulta en cierto modo comprensible; la del amo, en cambio, es siempre inexcusable y digna de desprecio.

Ángel y yo, como otros muchos, somos de la jauría de quienes quieren salvar a la Humanidad con tanto ahínco que se les desatan los más puros instintos, pero tan delicada animalada no es más que pensamiento.

(Unos versos de Rubén Darío lo dicen mejor: Despertaba libélulas, cazaba mariposas / y tornaba a su fuerte torre de pensamiento.)

Supuran mis palabras el mejunje de nuestro ansioso anhelo de venganza, de nuestra acostumbrada impotencia.


martes, 12 de abril de 2016

BATALLA ENTRE FERNANDO FERNÁN GÓMEZ Y BORGES EN UNA ENTRADA DE FACEBOOK

Samuel L. Jackson y Leonardo DiCaprio en Django desencadenado (Quentin Tarantino, 2012).


«En España no sólo funcionan mal los que mandan, sino también los que obedecen.» Eso decía el valiente y admirable cascarrabias Fernando Fernán Gómez. Hace años (antes de llevar yo veinte en el extranjero y con bastantes menos lecturas en las alforjas) esa frase me parecía de lo más certera.

Hoy le pongo un reparo. Sí, sí, Fernando; en España y en toda tribu, imperio o estado nación, al menos desde que existen registros históricos...

La sentencia de Fernán Gómez resulta en cierto sentido esperanzadora, puesto que parece dar implícitamente por sentado que en algún lugar, alguna vez, no fue o es así.

En fin, que yo le enmendaría la plana al ínclito autor e intérprete y —si me lo permiten ustedes y ustedas— dejaría sus palabras en cinco: «No hay amos sin siervos».

Pero para no cerrar las puertas a la ilusión, remataré estas líneas con otra cita, esta vez de Borges: «Ojalá merezcamos no tener gobierno». 


miércoles, 6 de abril de 2016

DESHIELO

Lluvia, óleo de Han Hong Park.


La nieve se derrite en la ciudad, y plásticos y envases y colillas, invisibles durante el invierno, yacen sobre la hierba ajada y los arcenes como reliquias del supermercado.

Bajo del bus, camino al parque, enciendo un cigarrillo y miro el mundo. Un viejo merodea cabizbajo en busca de botellas de cerveza, setas de vidrio, hongos reciclables; podrá sacar algunos euros si hay suerte.

Los coches van y vienen derramando gas, envoltorios y ruido por las calles. La luz del mediodía cae a rachas, tenue, tamizada por densos nubarrones. Un viento intermitente azota las desvalidas ramas de tres álamos.

Retumba un trueno amenazante. Termino el cigarrillo y se desata una tormenta. Arrojo la colilla al barro y me apresuro a guarecerme. Poco después llega a la marquesina el viejo, empapado y con la bolsa a rebosar.