lunes, 28 de septiembre de 2015

EL ÚNICO ANIMAL QUE PRODUCE BASURA



Ya se sabe (¡y quiero creer, ay, que se debe únicamente a nuestra mentalidad actual, y no a una supuesta naturaleza o condición humana inalterable!) que «a nadie importa lo que no es de nadie». 

¿Será cierto que los humanos necesitamos creernos propietarios exclusivos de algo para cuidarlo? Sin vallas o cercones, sin muros o fronteras, ¿quién cuida, cultiva o se siente parte de un terruño? A menos que te contrate un ayuntamiento, lo común no lo limpia nadie. 

Ya se sabe que los océanos están infectados de basura, especialmente de residuos plásticos microscópicos que terminan en las panzas de los peces que nos comemos.

Ya se sabe que el aire que respiramos, que aún es gratis de milagro, es cada día más tóxico, especialmente en las grandes ciudades.

¿Y por qué iba a ser distinto en el espacio? A tenor de los siguientes datos, imaginad lo que podríamos hacer con la galaxia:

«En 2015, la masa total de basura espacial en órbita supera las 6.000 toneladas; la red estadounidense de vigilancia de basura espacial está actualmente siguiendo más de 22.000 objetos de tamaño mayor a 10 centímetros; los datos indican que hay unas 500.000 piezas de basura mayores que un centímetro y más de 100 millones de tamaño superior a un milímetro, recuerda el informe de la NASA. [...] Las medidas que se vienen adoptando hasta ahora resultan insuficientes para evitar el aumento de la basura espacial en el futuro.» (El País, 12-V-2015). 

lunes, 21 de septiembre de 2015

CAFÉ CON PORRAS



Pedí uno con leche y un par de porras. En la barra había un ejemplar de El País y empecé a hojearlo. La misma basura de siempre, variaciones sobre un tema único, el recuento diario de los desvaríos del mamífero vertical: la caída en picado de economías, algo de terrorismo, estatal o privado, el presidente y su sonrisa, escándalo en las altas esferas, famosos, payasadas, millones por meter goles, empapó una de las porras en el café, tres cuartos de la población mundial con hambre para que el resto tuviera elevalunas eléctrico en el coche y suficiente tiempo libre para ser idiotizados hasta las uñas, los 225 hombres más ricos del mundo poseían más capital que los 2.500 millones de pobres, volvió a empapar la porra, el orden del caos, el equilibrio del desequilibrio, la condición humana sin tapujos, con cuentos chinos a otra parte, sin olvidar las violaciones de rigor, las salvajadas de turno, como ese hombre que había machacado a golpes y finalmente apuñalado a su mujer tras diez años propinándole palizas semanalmente, otra página, otra porra, exposiciones, presentaciones, felaciones, estreno en Gran Vía, una top model había publicado sus memorias y 100.000 personas habían comprado el libro, el último pedazo de porra, un intelectual que no había pensado en toda su vida y redactaba mil páginas al año aseguraba que «a estas alturas es vergonzoso hablar por hablar», y en eso estuve de acuerdo, más carnaza, más sensanción, más morralla, un descerebrado había recibido un importantísimo premio musical y sus más acérrimos seguidores habían aplaudido mucho, un nuevo cohete subiría al cielo, muy pronto... Y aún me faltaba hojear las páginas finales, las de la programación televisiva, pero yo no veía la caja tonta. Así que sorbí el poco café que quedaba en la taza, arranqué el crucigrama para el viaje en metro y cerré aquel catálogo del delirio. 

Las porras, por cierto, estaban de muerte.

(Escrito a mediados de los años noventa. Las cosas «oficiales» no han cambiado tanto: podría ser el periódico de hoy mismo.)

lunes, 14 de septiembre de 2015

YA TODOS SOMOS NADIE


Para bien y para mal, ya no hay auténticos ídolos, dominantes y duraderos, respetados incondicionalmente y conocidos profundamente por sus supuestos fieles. El nietzscheano ocaso de los ídolos es hoy más cierto de lo que él probablemente llegara a imaginar. Para bien y para mal.

Ya no es que la gente se crea a la altura de nadie, sino que no sabe qué son las alturas; es decir: que no cree que haya nadie más elevado que ella misma. Incapaz de concebir la existencia de no semejantes (en un sentido positivo; en el negativo, el cantar no es tan extremo), el primermundista contemporáneo no puede ni imaginar que alguien pueda llegar donde él no llega, que alguien tenga más mérito. La igualación niega la excelencia.

Es atroz. Peor que cualquier otro tipo de nivelación jamás habido en la historia, y algunos ha habido. O todos o ninguno, se piensa.

Ya todos somos nadie.


 


lunes, 7 de septiembre de 2015

NUESTRO PANTEÓN NOS REPRESENTA



La tecnología tiene trazos de estar convirtiéndose en religión. Santos y milagros no van a faltar. Nos quitamos una divinidad muerta de encima (primero el barbas bíblico y después la ciega fe en la razón nuestra) y no dejan de brotar nuevos e inimaginables candidatos a ocupar la vacante poltrona del Olimpo: el culto al Propio Cuerpo o al Rey del Rocanrol, el Fútbol Club de Siempre o la Ciberacción, el Progreso Acéfalo, la Fama, la Moda, la Vida Sana, las Sacras Divisas (¡oh ¥€$!), el Santísimo Libre Capital, el Mercado Santo, la Cirugía Plástica o Curativa, la Medicación Trascendental… ¿Para qué seguir con el recuento? No hay, efectivamente, color: tenemos los diosecillos que merecemos. 



 

martes, 1 de septiembre de 2015

LA PESADILLA DEL RINOCERONTE



De Codex Seraphinianus.


Pesadilla recurrente del basto rinoceronte es el estilizado unicornio, al que desearía embestir, apisonar y destripar salvajemente, como corresponde a su naturaleza de ceratomorfo perisodáctilo.