sábado, 11 de febrero de 2017

LA MÁS SERIA EMBESTIDA AL EGO




Carente de experiencia, imagino la paternidad como un modo de quedarse más o menos y definitivamente tranquilo y ocupado. 

Me imagino que un hijo debe de proporcionar una dosis considerable de fuerza, de paraqué y sentido. 

Un hijo tal vez sea en realidad la única razón válida para amar en carne y hueso el mundo. 

Un hijo es la mayor ligazón posible a la Tierra, a la materia. 

Un hijo es la más grande responsabilidad a la vez que la mayor de las satisfacciones. 

Un hijo puede ser tanto una salvación definitiva  como una cadena perpetua. 

Un hijo es una amputación a la vez que la prolongación de nosotros mismos. 

Un hijo es la manera más radical de no tratar a otro humano como un igual, ya que éste es siempre para sus progenitores más o menos que ellos mismos. 

Un hijo es un querido incordio y el más efectivo de los antídotos contra la soledad y el vacío existencial. 

Un hijo es traer a alguien nuestro a un mundo ajeno, y así hacer un poco más nuestro el mundo. 

Un hijo es el final de toda metafísica y el comienzo del pensamiento propiamente «físico». 

Un hijo te convierte en una especie de diosecillo, pero −¡ay ay ay!− sin omnipotencia, omnisciencia ni omnipresencia algunas.

Y yo no tengo experiencia. 


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