domingo, 12 de julio de 2015

PRÓXIMAMENTE EN TODAS SUS PANTALLAS



Hablemos del amor de pareja. Sin vellos en la lengua. Todo lo que no sea mero amor físico, es decir, animal; todo lo que vaya más allá de cuanto sienten un macho por montar a una hembra y una hembra por ser montada; todo cuanto no sea instinto «limpio» o pulsión parece un práctico constructo cultural nacido hace milenios con el fin de sublimar y ocultar la verdadera procedencia del supuesto amor humano o no animal, lo llamaran platónico o cortés, lo llamemos flechazo o media naranja. 

Las raíces de la patraña están, primeramente, en la necesidad de unión y de prole para la aseguración de la supervivencia y, acto seguido, con suerte, en la necesidad de preservación del patrimonio y de perseverar como clan. Desde entonces la idea del amor de pareja ha sido pulida, ampliada y diversificada hasta el paroxismo por prácticamente toda forma de arte. 

Pero si somos humildes y orgullosos a un mismo tiempo —esto es: si no nos avergonzamos de nosotros mismos, de nuestra animalidad— la conclusión, a mi juicio y en mi experiencia, es clara y rotunda: el amor es la atracción que sienten los cuerpos entre sí. Y para de contar. Y todo lo demás, efectivamente, es literatura. 

El verdadero problema, creo yo, es el de la convivencia. Y esa inconveniencia la tendríamos en cualquiera de los casos, compartiéramos economía y vivienda con un amigo o un hermano, con un conocido o un desconocido, en lugar de con una pareja. Convivir y compartir finanzas, con quien sea, acarrea problemas, se retoce en el mismo lecho o no. 

Resumiendo. El problema no es el amor, como bien demuestran los animales, sino su institucionalización, la vida en pareja. 

El amor (el amor celular) empezó siendo la inmolación de un ser para que dos nuevos seres nacieran. Millones de años después, cuando la vida se hizo más compleja y empezó a reproducirse sexualmente, se convirtió en la inmolación de dos seres para que uno nuevo naciera. 

Tras los primeros embistes culturales, a aquel amor sexual en estado puro se le unió lo que fuera que sintieran entre sí los cromañones que compartían cueva y caza, algo que no debió de ser tan distinto de lo que hoy sienten quienes comparten lecho, facturas y manutención. 

¿Y todo lo demás? Pueden verlo continuamente en todas sus pantallas.