Los poetas, como bien nos previnieran los platones, nietzsches y
pessoas que en nuestro planeta han sido, y al igual que la prensa, somos tendenciosos
y mentimos. Aunque –si no pareciera un alegato a favor de la irresponsabilidad– sería más exacto decir que no somos nosotros quienes mentimos, sino nuestros poemas. Y es que uno, la mayor parte del tiempo, es
algo más que poeta: peatón, por ejemplo, corresponsal, asalariado,
pareja, hermano, hijo, televidente o mismamente usuario de Féisbuc.
Pero bien es cierto que --lo llamemos rapto de las musas, trance o inspiración-- en cuanto uno se pone a cantar, exagera... (Eso lo sabe perfectamente todo aquel que alguna vez se haya duchado de excelente humor.) En una dirección o en otra, tan pronto como uno canta, ¡exagera! Sea amor u odio, sea pena o alegría, ¡exagera!
Exagera, sí, pero ni así es suficiente...
«Exagero pero me quedo corto», jo jo jo, podría ser un buen epigrama contra malos y buenos poetas.
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