lunes, 15 de mayo de 2017

MIRA LA MANO CON QUE ESCRIBO




Mira la mano con que escribo, la estructura de miles de billones de átomos creados en el útero de alguna estrella, ordenados a lo largo de cientos y cientos de milenios, incierto fruto del devenir, el azar y la inercia, ¿en cuántos seres vivos precedentes?, desde la primigenia célula que habitó el planeta hasta el hombre y la mujer que me engendraron.

Esta mano que avanza en el renglón del tiempo dejando un trazo leve de llagas y de cantos, de gratitud y de miseria,  tan sólo comprensibles —en la brutal inmensidad desconocida, en la pátina de la existencia— por criaturas semejantes (como tú) en actitud y en impotencia, en fértil ignorancia.

Mira esta mano, la carne inteligente que algún día ha de volver a disgregarse, polvo en el incomprensible espacio y en las fuerzas donde el dolor y la conciencia ya no ocurran.

Esta mano, este común milagro que obedece a otro fugaz milagro que es yo (que soy más de lo mismo, congénere: el misterio diciéndose).

Mira esta mano, tú que aún miras; mírala saludarte como a un hermano mientras vamos todos, cada cual a su tiempo, sumiéndonos en el silencio.


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